Mis primeros suspensos en la ETSAB
se paliaban con la música del Clan de la Una,
en agosto.
Mientras estudiaba,
soñaba e imaginaba
traspasar mi cerrada habitación
hacia libres aires desconocidos.
Hoy suena aquella misma música
de improviso, cuarenta años después,
acompañando recorridos por estrenados parajes
de un mañana ahora abierto e iniciado.
viernes, 11 de septiembre de 2009
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